
los pilares de la tierra
“Tenia que aprender que quienes le trataban de forma hostil lo hacian debido a su propia debilidad.”

El olor a leña de encina se mezclaba hasta casi desaparecer con el fuerte hedor de las heces de los animales del establo. El monje se paseaba por los aledaños de los establos mientras portaba en sus manos los primeros planos concernientes a la catedral que debían comenzar a construir en el priorato, por orden y mando del abad.
Se paró a las puertas del monasterio, un edificio no muy grande en comparación a la abadía de la que dependía su priorato y, bajándose la capucha negra de la capilla para ver mejor, se angustió ante las noticias que le traía al vicario del priorato.
“¿Cómo?” gritó el vicario ante tan nefasta noticia.
“No aparecen por ninguna parte señor, deberían haber llegado hace un par de jornadas y no sabemos absolutamente nada” contestó agachando la cabeza en señal de sumisión.
“No sé cómo se te ocurre darme una noticia así, ¡A mí, que tanto he hecho por todos vosotros!” vociferó, ahogando sus propias palabras en el eco de la sala. “Vete ahora mismo a la ciudad y no vuelvas hasta que hayas encontrado a un grupo de holgazanes que sirvan para la construcción de la catedral. Como no esté construida en los próximos 16 meses arderé en la hoguera, y te aseguro que no seré el primero de aquí en hacerlo!” gritó por toda respuesta.